La virtud cardinal de la prudencia (y lo que significa)
La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales . Como las otras tres, es una virtud que puede ser practicada por cualquiera; a diferencia del virtudes teologales , las virtudes cardinales no son, en sí mismas, los dones de Dios por gracia, sino el fruto del hábito. Sin embargo, los cristianos pueden crecer en las virtudes cardinales a través de gracia santificante , y así la prudencia puede adquirir una dimensión sobrenatural además de natural.
Lo que no es la prudencia
Muchos católicos piensan que la prudencia simplemente se refiere a la aplicación práctica de principios morales. Hablan, por ejemplo, de la decisión ir a la guerra como un 'juicio prudencial', lo que sugiere que personas razonables pueden estar en desacuerdo en tales situaciones sobre la aplicación de principios morales y, por lo tanto, tales juicios pueden ser cuestionados pero nunca declarados absolutamente incorrectos. Este es un malentendido fundamental de la prudencia, que, como dice el P. John A. Hardon, en su Diccionario católico moderno, es 'Conocimiento correcto sobre las cosas que se deben hacer o, más ampliamente, el conocimiento de las cosas que deben hacerse y de las cosas que deben evitarse'.
'Razón correcta aplicada a la práctica'
Como la Enciclopedia Católica notas , Aristóteles definió la prudencia comoplan de acción correcto, 'razón correcta aplicada a la práctica'. El énfasis en 'lo correcto' es importante. No podemos simplemente tomar una decisión y luego describirla como un 'juicio prudencial'. La prudencia requiere que distingamos entre lo que está bien y lo que está mal. Así, como escribe el padre Hardon, 'es la virtud intelectual por la cual un ser humano reconoce en cualquier asunto que tenga entre manos lo que es bueno y lo que es malo'. Si nos equivocamos maldad por el bien, no estamos ejerciendo la prudencia; de hecho, estamos mostrando nuestra falta de ella.
Prudencia en la vida cotidiana
Entonces, ¿cómo sabemos cuándo ejercemos la prudencia y cuándo simplemente nos rendimos a nuestros propios deseos? El padre Hardon señala tres etapas de un acto de prudencia:
- 'tomar consejo cuidadosamente con uno mismo y con los demás'
- 'juzgar correctamente sobre la base de las pruebas disponibles'
- 'dirigir el resto de la actividad de uno según las normas determinadas después de un juicio prudente'.
Hacer caso omiso de los consejos o advertencias de otros cuyo juicio no coincide con el nuestro es un signo de imprudencia. Es posible que nosotros tengamos razón y los demás estén equivocados; pero lo contrario puede ser cierto, especialmente si nos encontramos en desacuerdo con aquellos cuyo juicio moral es generalmente sólido.
Algunas reflexiones finales sobre la prudencia
Dado que la prudencia puede adquirir una dimensión sobrenatural a través del don de la gracia, debemos evaluar cuidadosamente el consejo que recibimos de los demás con eso en mente. Cuando, por ejemplo, los papas expresan su juicio sobre la justicia de una guerra en particular, debemos valorarlo más que el consejo de, digamos, alguien que se beneficia monetariamente de la guerra.
Y debemos tener siempre presente que la definición de prudencia nos obliga a juzgarcorrectamente. Si después del hecho se demuestra que nuestro juicio fue incorrecto, entonces no hicimos un 'juicio prudencial', sino imprudente, por el cual es posible que debamos enmendarlo.